Quinto Elemento

Osvaldo Soriano: sentado en el redondel de la luna


28 de enero de 2019

Compartir esta nota en

por Gustavo Grosso

“Quizás lo único que me propongo al escribir es quitarle a la literatura cierta solemnidad que tiene. Tengo poca relación con la crítica. Me importan los lectores, divertirme escribiendo y abrir un mundo que mezcle la aventura con la política y el humor”. ¿Quién pensaba así? Apellido de siete letras (la misma cantidad de letras que los títulos de todos los libros de Juan Filloy –de nada por el dato-), nacido en Mar del Plata aunque más identificado con Tandil (será por eso que lo quieren tanto y una calle lleva su nombre), amante/amigo/cómplice de cuento gato andaba por el barrio (“El día que nací había un gato esperando al otro lado de la puerta”, escribió también). Su vida estuvo atravesada por el fútbol, los amigos, el barrio y la observación de la realidad desde ese lugar que va directo al corazón, la búsqueda de refugios, de rincones, de fantasías y de anécdotas. Si pensó un apellido que comienza con S y terminá con o, está bien, es Osvaldo Soriano, el de la calle, el barrio, las idas y vueltas, los cigarros puros, la bohemia nocturna.
Las novelas Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido, Cuarteles de invierno y A sus plantas rendido un león han sido publicadas en veinte países y traducidas a los idiomas inglés, francés, italiano, alemán, portugués, sueco, noruego, holandés, griego, polaco, húngaro, checo, hebreo, danés y ruso.
Murió el 29 de enero de 1997 en la Ciudad de Buenos Aires: hacía cuatro días, el país estaba conmovido por el asesinato de José Luis Cabezas, y justo ahí se apagaron los pulmones del Gordo Soriano, cargados de humos, ya sin fuerzas.
Seguro, hay que darlo por hecho, tiene un lugar en “El cielo de los Argentinos” que retrató Roberto Fontanarrosa en uno de sus cuentos: allí se juntan argentinos del palo a comentar el día a día del ispa que ellos caminaron. No cabe duda, una mueca de sonrisa se le habrá dibujado a Soriano cuando supo que su San Lorenzo de los Milagros vuelve al lugar donde ahora está Carrefour. Alcanza con hurgar en los libros para encontrar la carta que le escribió a Eduardo Galeano, donde  imaginaba un paseo por entre las góndolas del supermercado de avenida La Plata junto al Nene Sanfilippo, su ídolo de la infancia, quien le relataba que ahí, justo ahí, “entre las góndolas, rodeados de cacerolas, quesos y ristras de chorizos”, le clavó un gol al ángulo al Tano Roma.
Ya se cumplieron más de 20 años sin Soriano y aún nadie escribió su biografía. ¿Por qué? “Me la van a inventar los gatos que vendrán cuando yo esté, muy orondo, sentado en el redondel de la luna”

"Cuando yo era chico mi gato Pulqui era mono, león, pirata y bandolero. Yo lo acechaba entre las plantas del jardín y me le tiraba encima con el cuchillo de madera entre los dientes. Ahora mi hijo combate contra la gata Virgula que le devuelve los golpes. Son arañazos de mentira, en un revoltijo de sillas volteadas y malvones floridos. Las suyas, como las mías antes, son fantasías de selvas y mares, de castillos y mosqueteros. Esos años felices e irrecuperables en los que uno aprende, si aprende algo, que los gatos nos traen a domicilio el misterio de la creación" (Osvaldo Soriano)

 

Compartir esta nota en