Quinto Elemento

Gabriel García Márquez / Por siempre Gabo


10 de octubre de 2018

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texto Gustavo Grosso / ilustración Sebastian Grosso

"Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez", dejó dicho el hombre que nació en Aracataca, Colombia, el 6 de marzo de 1927 y murió el 17 de abril de 2014. Todo lo que ocurrió en ese tiempo, fue fantasía, periodismo, pasión, cuentos: desde que Gabo no está, el mundo es un poco menos mundo, no hay caso. Aprendió a escribir cuando recién cumplió los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la ayuda de la mestra Rosa Elena Fergusson. Ahí tampoco hubo caso, porque se enamoró de ella y cada vez que se le acercaba le daban ganas de besarla. Lo único que le importaba de ir a la escuela era ver a Rosa Elena. Pasaron los años y la maestra dejó de ser, y a Gabo mucho no le interesaban los estudios. Sin embargo, se recibió en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cartagena. Su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder al periodismo. Inmediatamente después del Bogotazo (cuando ocurrió el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, las posteriores manifestaciones y la brutal represión de las mismas), comenzaron sus colaboraciones en el periódico El Universal. Cuando los años 50 estaban naciendo y García Marquez ya tenía muy adelantada su primera novela,  acompañó a doña Luisa Santiaga al pequeño, caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la vieja casa en donde se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una novela falsa, pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había conocido en su niñez; a la obra en curso le cambió el título por La hojarasca, y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor a los corpulentos árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la región y semejantes a las ceibas, que alcanzan una altura de entre treinta y cuarenta metros.
Vivió en Francia, México y España, y en Italia fue alumno del Centro experimental de cinematografía. De joven, entró en contacto con el grupo de intelectuales de Barranquilla, entre los que se contaba Ramón Vinyes, ex propietario de una librería que habría de tener una notable influencia en la vida intelectual de los años 1910-20, y a quien se le conocía con el apodo de "el Catalán" -el mismo que aparecerá en las últimas páginas de la obra más célebre del escritor, Cien años de soledad ("Es la mejor novela que se ha escrito en castellano después del Quijote", afirmó alguna vez Pablo Neruda). La carrera de escritor de Gabo comenzó con una novela breve, que evidencia la fuerte influencia del escritor norteamericano William Faulkner: La hojarasca. En 1961 publicó El coronel no tiene quien le escriba y un año más tarde reunió algunos sus cuentos bajo el título de Los funerales de Mamá Grande, y publicó su novela La mala hora. En Cien años de soledad, Márquez edifica y da vida al pueblo mítico de Macondo: aquel era un territorio imaginario donde lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico; este es el postulado básico de lo que después sería conocido como realismo mágico. Se ha dicho muchas veces que, en el fondo, se trata de una gran saga americana. En suma, una síntesis novelada de la historia de las tierras latinoamericanas. En un plano aún más amplio puede verse como una parábola de cualquier civilización, de su nacimiento a su ocaso. Tras este libro, publicó El otoño del patriarca (dijo siempre que fue su libro preferido), al que seguiría el libro de cuentos La increíble historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, y Crónica de una muerte anunciada. Luego llegaría El amor en los tiempos del cólera, muchos textos para teatro, el Premio Nobel de Literatura, el reconocimiento, el amor de los lectores de habla hispana, el mito del periodista eterno. Gabo, por siempre Gabo. "En realidad, el único momento de la vida en que me siento ser yo mismo es cuando estoy con mis amigos", decía Gabo, quien marcó la historia del siglo pasado junto a  Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar; el peruano Mario Vargas Llosa, los uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti, el chileno José Donoso, el paraguayo Augusto Roa Bastos, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, los cubanos Alejo Carpentier y José Lezama Lima; los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes. Vivió con pasión cada día; escribió con amor cada línea; informó cada vez que escribió una crónica periodística. Existen hombres que serán irremplazables. Gabo es uno de ellos, no hay caso.
 

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